Estoy nervioso

Estoy escribiendo porque le tengo miedo a mi propia mente que me intenta sabotear.

Es demasiado de noche y estuve leyendo todo el día pero esto no puede esperar: cada vez que hablo con alguien nuevo, estoy hablando con todos ustedes que son la misma persona; la misma persona de la que hablaría en terapia siempre. La persona que no está capacitada ni debería estarlo para quererme; la persona de la que exijo atención constante y la promesa eterna de refugio. No puedo evitar, cuando hablo con alguien nuevo, pensar que esta persona no tiene ni idea: es irrelevante lo simpática y cómoda que resulte, nunca va a entender nada de lo que acontece en mi psyqué, la misma que intenta asesinarme mientras duermo pero que no me deja dormir en realidad.

Nada, eso, el amor es una promesa quebrada de que te obsequien algo que nadie jamás tiene o es capaz de otorgar.

Un besito.

Oh, l’amour!

Lo más profundo y oscuro de mi alma le pertenece a quien no me deja dormir después de medianoche. Lo más inmarcesible de mi esencia deja de ser mío apenas la hoja sobreviviente al solsticio de invierno se deja aplastar. Dicen que no existe el cielo pues éste está rebosado de infiernos, así como el lienzo en blanco está en realidad repleto de cliché.

El día en el que haya demasiados pájaros o demasiadas ventanas y sea tal tu infortunio que oigas el etéreo canto de una imposible golondrina, ese día no hay arrebol. Verás, nada pueden hacer por nuestras pobres almas nacientes ni mil epifanías.

Porque no hay nada más abrupto que la golondrina en tu ventana, ni más difícil que convencerla de pasar. Y hacer el intento es una experiencia un tanto menos jubilosa de lo que nos prometieron, y el vidrio empañado presenta una ilusión de cercanía.

Todos los clarinetes del mundo no pueden ser tu golondrina. Sin embargo, uno no es nunca más que uno entre centenares de nenúfares en el ininterrumpido cerúleo de una ininterrumpida laguna.

Encontramos entonces una brújula que señala a nuestra aurora boreal. Aún sabiendo que somos tan minúsculos para nuestra deidad golondrina, tan insignificantes, tan virtuales…aún así nos dejamos ser poseídos por los dueños quiméricos de nuestro bruxismo real.

«¡Más brillante que el alba, más hermoso que abril!»

Rubén Darío

Voy a perder peso

No porque mi mamá me haya dicho que estoy gordo. No porque no sea la única persona que me lo dijo.

No voy a perder peso porque la ropa no me quede bien.

No voy a perder peso por miedo a que nadie se vaya a enamorar de mí a primera vista.

No voy a adelgazar para salir mejor en las fotos. No voy a perder peso para quererme más.

Voy a cambiar mis hábitos alimenticios para mejor. Voy a hacer dieta por diez días, en un principio. Supongo que es mejor no imponerme metas poco realistas, así que por ahora me propongo comer más saludablemente por una semana y media.

Voy a perder peso para no parecerme a mi papá.

Para no tener que volver a ver que una balanza señala un número de tres cifras.

Para no tener problemas en los pies, la cadera o la columna vertebral.

Para poder correr más de diez minutos sin suplicarle clemencia a todos los dioses cuya existencia negaría en circunstancias diferentes.

Para no tener (más) várices antes de los 20. Ew.

Porque cuerpo sano, mente sana. Y necesito una mente sana.

Porque me merezco vivir mejor, a diferencia de todas las personas que me impulsaron a tomar esta decisión. Todos ellos se merecen el infierno, el cual van a recibir cuando me vea mejor que ellos.

Es a partir de hoy y por los próximos diez días que no voy a comer entre meals, y voy a reducir el número de estas de 5 a 2 ó 3.

Porque si planeo seguir siendo deprimente, por lo menos espero no ser un gordo deprimente.

Olvido pero no perdono

Olvido pero no perdono, porque entiendo que es mejor dejar las cosas en el pasado para poder darme el respiro que me merezco. Para hacer las paces conmigo mismo. Te agarro la mano para poder soltar.

No te perdono por respeto a lo que pasé. Porque fueron demasiadas tardes sin salir de la cama, demasiadas noches llorando hasta dormir. Porque ni siquiera hacés el esfuerzo de recordar lo que hiciste mal y admitírtelo; admitírmelo.

Me alivia que vengas a hablar conmigo. Sí que se siente como el ansiado final de unos meses de lluvia. Pero nada va a volver a ser como antes. Porque si aprendí a mantenerme feliz sin vos, ya es demasiado tarde. Porque estoy seguro de estar mejor ahora que cuando éramos cercanos.

Olvido pero no perdono porque puedo fingir que nunca pasó nada, pero no me permito abandonar a la persona solitaria que fui y que todavía necesita ayuda.

La desesperación del amor no hallado

Todo el mundo a nuestro alrededor parece estar medianamente satisfecho con cómo el amor se hizo parte de sus vidas casi por accidente, casi sin buscarlo. Lo triste no es llegar tarde; es la incertidumbre de si alguna vez llegaremos. Y ni siquiera hablo de encontrar a alguien a quien amar por el resto de nuestras vidas. Esto se ve tan probable como que te toque viajar al lado de un famoso en un vuelo de clase turista. Además, no estamos seguros de querer pasar el resto de nuestras vidas con nosotros mismos, por lo que que alguien más tolere esa idea suena ridículo.

Me refiero a esa instancia que puede durar hasta años después de darte cuenta de que te interesa el concepto de una relación. Hablo de deambular sin rumbo pero sin cansancio, con prisa pero en una bicicleta que sin importar cuán enérgicamente pedalees, no pareciera querer llegar a destino. Intento decir que capaz no estés seguro de si alguna vez tuviste un primer amor. Y necesitás confirmarlo.

Examino mi pasado y se me ocurre que una vez estuve cerca de volverme voluntario de greenpeace para poder estar más cerca de cierto alguien. En su momento pensé que sería intentarlo demasiado, pero en retrospectiva, ¿qué podía perder? Supongo que estamos acostumbrados a esperar que los otros tengan las mismas ganas que nosotros de empezar algo, pero la fría verdad es que son contados los casos en los que se da así.

La tecnología no puede ayudar. Ni siquiera nos molestamos en bajar las apps de citas. Todo lo relacionado a eso siempre sonó absurdo. Capaz no encontremos a nuestro significant other en una biblioteca&café como siempre imaginamos, pero exponernos a la situación frívola de conversar mediante pixeles de Internet con alguien algorítmicamente seleccionado para caernos bien, suena desesperado.

Aunque lo estamos. Desesperación es lo que abunda. El deseo de compartir nuestra vida con alguien que quiera a su vez pasar la suya con nosotros nos carcome. No nos deja dormir. Y entendemos que es una cuestión socialmente inducida y fundada en bases culturales injustas y sin sentido. Y que la monogamia podría pasar de moda de acá a veinte años. Y que no necesitamos a otra persona para sentirnos completos nosotros, porque nuestras relaciones amorosas no nos definen. Pero de verdad que queremos una relación amorosa, aunque sea para saber cómo es o si Hollywood nos mintió tanto. De verdad queremos ser queridos con la misma intensidad con la que tantas veces quisimos sin ser correspondidos.

Lo peor de perder una amistad

Y estamos hablando de una amistad larga, buena y que creías que iba a durar para siempre. Y estamos hablando de una pérdida que no fue orgánica. No se trató de un distanciamiento natural, sino de un conflicto probablemente innecesario que te hizo perder más que una amistad.

Lo peor de perder una amistad es que cada vez que pases por el lugar donde quedaban, vas a recordarla. No vas a saber si lo peor es pensar en los momentos felices que nunca se van a repetir con la misma persona y en ese mismo lugar, o en la forma en que terminó todo. Ese lugar no va a volver a ser el mismo.

Va a haber un montón de canciones que no podés volver a escuchar, pero que no podés eliminar de tu lista de reproducción. Un montón de cosas van a dejar de tener sentido porque las disfrutabas antes, cuando eras otra persona. Y la verdad es que sin esa relación que significó tanto para tu vida por tanto tiempo, sos otra persona.

La peor parte puede ser que extrañes a sus padres o a su perro. De alguna manera, ya se habían vuelto tus padres o tu perro. Capaz pienses en ellos a la noche, pero la verdad es que es imposible visitarlos de nuevo. No se puede. Y no tenés forma de saber si también te extrañan o qué piensan de todo.

Después de perder una o dos amistades, te empezás a cuestionar si podés volver a confiar en alguien como lo hiciste en el pasado. La incertidumbre de si vas a volver a tener amigos o amigas te duele. No solo perdés amistades, también muere tu confianza en vos mismo. Pensás que es probable que no hayas nacido para las relaciones. Volverse ermitaños suena como una opción razonable para quienes que no quieren que los vuelvan a herir.

¿Y si fue todo tu culpa? Definitivamente es tarde para arrepentirse, pero aunque fuera una opción, no entendés qué podés haber hecho mal. Repasás todo lo sucedido, aunque te duela, como quien no puede dejar de meter el dedo en la yaga. ¿Hay forma de pedir su versión de los hechos? No. Cierta parte tuya tampoco quiere hacerlo. Te preocupa que alguien se vaya a dormir a la noche pensando que su vida es un infierno por tu culpa. Eso es lo que te pasa a vos, y no podés además soportar la posibilidad de que seas responsable de la tristeza de otros.

Una de las cosas más hirientes que van a pasar, va a ser que tus otros amigos elijan un bando. En el mejor de los casos, la gente de la que no dudabas se queda de tu lado. En el peor, te imaginás pasando tu próximo cumpleaños en soledad. Algo terrible que también puede pasar, es que tus amigos se nieguen a elegir un lado. Simplemente no le dan a las circunstancias la importancia que se merece, o capaz no sienten inclinación por ninguno de los dos en particular. Vas a sentir que no les importás lo suficiente como para que reconozcan en tu viejo amigo a alguien que te hirió como nadie.

Algunos de tus amigos van a seguir juntándose con esta persona inevitablemente. Y vas a escuchar la mierda que anda diciendo de vos. Evidentemente, alguien no está sobrellevando la situación con la misma actitud madura que vos. Va a haber rumores, va a haber mentiras. Te va a dar miedo que nunca puedas dejar esto en el pasado, porque sigue afectando a tu medio social para siempre. Vas a preguntarte si esta es la persona que querías tanto o si satanás se apoderó de su alma de repente. A lo mejor sos una mierda para elegir a tus amistades. Esto no te tranquiliza.

Todo lo que soñaron juntos, nunca va a suceder. Es difícil aceptarlo, pero ya es momento de empezar a buscar tus propios sueños individuales. Puede que nunca superes todo lo que pasó, pero sure as hell que lo podés intentar y mantener la frente en alto.

Algunos de mis tips personales para pasar el mal trago de los meses durante y después:

  • No hay nada malo con ir a galerías de arte, al cine o al shopping por tu cuenta. Mientras más rápido aprendas a entretenerte con vos mismo/a, mejor.
  • El chocolate y el ejercicio físico te dan endorfinas, que, en resumen, te dan felicidad. Es muy fácil elegir una de las dos, pero la verdad es que no podés diseñarte una dieta en base a chocolate. Además, el ejercicio puede realizarse al aire libre, lo cual siempre es menos depresivo que cualquier cosa que hagas en tu habitación.
  • Canalizá lo que sientas en una producción artística.
  • Abrazate. Sí, suena ridículo, pero hacelo. Yo ya lo naturalicé como un hábito. Acordate de que nunca nadie te va a querer más de lo que vos te querés.
  • Taylor Swift lo cura todo.
  • Cociná para vos mismo.
  • Encontrá la manera de conocer gente nueva. No podés quedarte a vivir en el pozo.
  • Esto es una locura, pero funciona: sonreí todo el tiempo, aunque sea de mentira. Gente que sabe y que sabe porque estudió, dice que eventualmente tu cerebro empieza a creerse que sos feliz.
  • Si lo necesitás o pensás que puede ayudarte en alguna forma, no dudes en buscar ayuda profesional. Hay gente preparada dispuesta a escucharte y aconsejarte. Esto aplica especialmente si tenés pensamientos suicidas o tendencias a hacerte daño a vos mismo.

¡Buena suerte!

If I Had a Dollar (Why I Am a Feminist)

girl in the hat

image courtesy Devil Doll image courtesy Devil Doll

Because my mother was a painter and a beauty when artists had patrons and a woman like that needed a man to take care of her, so she married a money man.

Because my mother’s mother was a beauty and her mother was, too, and that’s what people said: “She was a beautiful woman,” as if that was the only remarkable thing.

Because I was born in 1966, the year Betty Friedan and others started the National Organization of Women and challenged an industry which required flight attendants to quit if they got married, pregnant, or reached the age of 32.

Because when my mother had me, she stopped painting and started cleaning house and throwing dinner parties and smoking too many cigarettes and crying in the mirror.

Because my mother never told me that I looked pretty because she did not want me to grow…

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Au revoir, 2014!

El 31 de diciembre es una fecha como cualquier otra. Nos encontramos a nosotros mismos en una situación no muy diferente a la de cualquier otro feriado del año, capaz con cinco o seis grados Celsius más de temperatura ambiente, capaz con el trabajo extra que conlleva organizar una reunión familiar. Promete ser una noche divertida. Son pocas las ocasiones en las que el día número 365 se sintió francamente como el cierre de un ciclo. Sin embargo, y probablemente debido a la poca originalidad de los locutores de radio que promueven estas cosas, uno a veces se tienta a hacer un «balance del año», como le llaman. La consigna es rescatar los highlights tanto positivos como negativos de los últimos doce meses. Para no perder la costumbre de intentar adaptarme al medio social, he aquí un esbozo de mi balance del año.

  • Tuve la suerte de conocer el trabajo de artistas que, hoy por hoy, admiro.
  • Me familiaricé con causas que me interesan y que definitivamente van a influenciar mi trabajo social y voluntario en el futuro. La educación, comprendiendo la educación sexual integral, el feminismo.
  • Desaprendí mi inglés. Tengo que admitirlo. La falta de práctica hace que se pierda fluidez y cantidades copiosas de vocabulario.
  • Mejoré mi francés. Ouais.
  • Aprendí a tomar un rol activo en lo que necesito que se mejore socialmente. Fui alumno tutor los últimos meses del año y asumí como consejero estudiantil para 2015 hace unas semanas.
  • Perdí para siempre dos o tres de mis amistades más legendarias. Aunque me cueste creerlo desde hace unos meses, estoy convencido de que es para bien. Espero asimilar eso como verdad en el futuro próximo.
  • ¿Tuve mi primera relación? Pues no. Pero casi. Algo me dice que 2015 es el momento (sí, me refiero a las predicciones del horóscopo de Rumbos).
  • Leí más literatura clásica.
  • Descargué al amor de mi vida. Spotify.
  • Competí en un evento deportivo por primera vez y…¡gané!…un par de partidos. Perdí la final de las olimpiadas de voley en el equipo de mi curso.
  • Gané unas elecciones.
  • Reprobé una materia «de verdad» (para no hacerme daño a mí mismo, nunca cuento educación física cuando calculo promedios) por primera vez.
  • ¡Construyeron la pileta en mi casa! No, eso no me volvió más  popular. Sí, eso sí me volvió más feliz.
  • Tuve episodios depresivos peligrosamente cerca de mi cumpleaños. No debo permitir que eso vuelva a suceder.
  • Fui coordinador de un campamento de mi instituto de inglés. Lots of fun.
  • ¡Construí un brazo hidráulico! Tarea que puede resultar muchísimo más estresante de lo que suena.
  • Aprendí historia argentina y latinoamericana, un poco obligado y un poco por placer.
  • Vi Gossip Girl, Orange Is the New Black y Game of Thrones.
  • Al igual que con el inglés, la falta de práctica hizo al deterioro de mi rango vocal. También olvidé bastante de lo que sabía de armonía. No así con lenguaje musical.

Tengo que escribir una conclusión para esta lista, pero siento que este texto es bastante personal. No creo que ningún posible lector pueda sacar mucho de esto y no es material de publicación. Voy a agarrarme de eso para evitar concluir en algo. La verdad es: no tengo nada que concluir. ¡Feliz 2015!

Por qué los maníacos depresivos odiamos la Navidad

24 de diciembre, 11:45 PM. La perspectiva de abrir tus regalos es por lo menos prometedora. Ansiás ver el rostro de tus seres queridos cuando puedan ver, al fin, los regalos que tanto empeño pusiste en conseguir. Empeño además de, por supuesto, dinero. No podés esperar a enviar mensajes de «Feliz Navidad» a la gente con la que te gustaría estar pasando la festividad. Aún si pensás que la pirotecnia es contaminación auditiva que siempre viene en los mismos cinco formatos gronchos y que hace que los perros del barrio ladren hasta que los odies, el momento de las 00:00, en el que se disparan los fuegos artificiales que los vecinos más afortunados pudieron comprar, guarda cierta melancolía. A los más chicos y a los más boludos, se les dibuja una sonrisa en la cara con el primer estrépito colorido que resquebraja los cielos de la zona. Como vos también sos un poco boludo, disfrutás su momento de asombro.

Mamá insiste en que brindes con champagne. Vos insistís en que el vino espumante te da arcadas y te arrebatás un vaso con fanta de la mesa de los niños. Suben el volumen de la radio para esperar la cuenta atrás. Son las 11:55 PM del 24 de diciembre. Algún pariente desubicado decidió que una reunión familiar con niños presentes, es la oportunidad perfecta para embriagarse. Intenta esbozar en el aire un balance del año en voz alta. Le avisan que eso se hace en año nuevo.

Mientras tanto, de manera menos bochornosa que ese pariente, vos hacés tu propio balance de la noche. Te decís para adentro que aunque fue una velada bastante aburrida, la comida no estuvo tan mal. Sí, te obligaron a comer tomates rellenos para no hacer llorar a la abuela, pero también hubo comida mexicana. Habrías comido uno o dos tacos más si no fuera porque tu familia extendida siempre piensa que es simpático preguntar por el colegio. O peor, por indagar, de una manera tan humillante que asegura que nunca les cuentes nada en el futuro, si existe algún novio o novia. Te alivia que dentro de una media hora, a lo sumo, los más adolescentes se irán a alguna fiesta y vos podrás ir a tu encuentro pautado con el amor de tu vida: la cama. La cama es nuestro mejor compañero. Nos ha visto llorar, nos bancó cuando tuvimos pesadillas, es confidente de alguna que otra historia no apta para todo público. Pero me estoy yendo en una tangente. La cuestión es: querés irte a la cama y sabés que vas a poder hacerlo pronto, lo cual te alegra.

Se hacen las 12. Tu perra tiembla y gimotea por la pirotecnia. Te diste cuenta de que brindaste con el vaso de un niño tan lleno de mocos, que sospechás un poco que ya tenés ébola. Abren los regalos. Es gratificante que tus parientes aprecien cuando les regalás algo. No tanto cuando su cara indica sorpresa, y se mueven las cejas entre sí como diciendo «mirá quién hizo algo bueno». En sus sonrisas lo único que ves son las etiquetas de los precios de los ítems que adquiriste durante la semana. Te disponés a abrir los envoltorios con tu nombre. Wow, calzoncillos de Metallica, ¡gracias, abuela! ¿Cómo supiste que eran mi banda favorita? Probablemente vio mis posters de Beyoncé y decidió hacerme un regalo realmente considerado y personalizado. Y, ¿qué habrá en este sobre? NO, no te lo puedo creer. ¡Dinero! ¡Qué original! Me alegra que decidas obsequiarle a tu hijo la mitad del dinero que él gastó en tu regalo, considerando que vos tenés ingresos fijos y yo gasté los ahorros de mi vida. Sonrisas falsas van y vienen, te atragantás con garrapiñada para no pensar en que nadie te quiere tanto como vos a ellos.

Tenés mensajes de algunos amigos. Les respondés, felicitás a otros. Ni rastro de esa persona en particular de quien querías recibir un saludo. Te invitan a alguna fiesta. Declinás la oferta, bajo el pretexto de que ya tenés otra agendada. Y no es mentira. La cama te espera, más sexy que nunca. Si tan solo tu hermana no hubiera decidido invitar a todas sus amigas a comer los tacos que sobraron antes de salir, y si no llegara el novio horrendo de tu mamá a quien te ves obligado a saludar porque te dejó 50 pesos en un sobre. Aún así, rajás para la habitación apenas cumplidas las formalidades. Si se tranquilizan con la pirotecnia los del frente y si ningún primito recuerda que tenés la play en el armario, tu sueño podría no ser interrumpido. De más está decir que, como todo lo que podría haber salido mal en esta fiesta, salió mal.

Ya cerca de las tres de la mañana del 25 de diciembre, considerás la posibilidad de que todo te haya salido mal porque te acercaste de manera equivocada a la Navidad. Pensás que fuiste muy caprichoso, muy consumista, desagradecido con los amigos que sí te enviaron saludos o con tu abuela, que mal que mal, se caminó las dos cuadras hasta la Feria Latina para conseguirte los calzoncillos de Metallica. Decidís que, para hacerle honor a la fecha, y por ser el cumpleaños de Jesucristo, vas a rezar. Siendo ateo, no tenés idea de por dónde comenzar. Te arrodillás al frente de la cama, como viste en las películas, te agarrás las manos en modo plegaria y pensás muy fuerte, como quien pide un deseo al paso de una estrella fugaz, «ojalá esta Navidad venga con ticket de cambio».